Lea Marcia Yalupalin Mancco

Ingresó a la URP por el Programa Beca 18 y egresó de la Facultad de Psicología en el 2020 con calificación Sobresaliente.

Dec 21, 2022

El Programa Beca 18 fue creado por el Estado para apoyar a los jóvenes con talento académico que se encuentran en condición de vulnerabilidad social. Es una beca integral que permite estudiar en las mejores universidades del país, sean públicas o privadas.

Nace una beca
Corría el año 2015. En aquel entonces Lea Yalupalin Mancco era una chica de 15 años y cursaba el 5° de secundaria en la institución educativa Nuestra Señora de Lourdes, en el distrito de Pampas, provincia de Tayacaja, Huancavelica. Hasta allí llegó el Programa Nacional de Becas y Crédito Educativo – PRONABECpara ofrecer a los alumnos la oportunidad de conseguir una beca de estudios.  

Luego de un riguroso proceso de preparación y selección, nuestra egresada obtuvo su oportunidad. “Vinieron varias universidades a mi localidad a tomar exámenes. Quedaban solo los mejores estudiantes, unos 10 de cada colegio; yo fui uno de ellos”, detalla.

Con la beca en mano, ella eligió estudiar la carrera de Psicología en la URP. Cuenta que había conocido algunos de estos profesionales y se sintió inspirada por la forma en que analizaban las situaciones y cómo apoyaban a las personas en cuanto a lo humano. 

Adaptación
Una vez decidida la carrera, le tocó trasladarse a la capital para seguir sus estudios. “Emigrar a Lima fue un cambio drástico. Mi objetivo era mudarme lo más cerca posible de la Universidad, así que busqué un cuarto por el distrito de Surco. Pero fue difícil. Era la primera vez que me alejaba de mi familia. En Ayabaca, yo estaba acostumbrada a regresar a casa y por lo menos tener algo para comer, pero aquí nadie me esperaba, no sabía qué iba a almorzar y tenía solo 16 años”, recuerda Lea. 

Sin embargo, pronto se adaptó. La Universidad fue su gran apoyo. Allí pasaba la mayor parte del tiempo, pues encontraba todo lo que necesitaba para estudiar, desde espacios para hacer sus tareas hasta bibliotecas y compañeros que, como ella, también habían llegado gracias a Beca 18. 

“Me di cuenta de que no era la única persona que vivía sola, así que nos juntábamos y compartíamos entre nosotros y con otros compañeros que eran bastante amigables. La mayor parte del tiempo lo dedicaba a estudiar. Iba a la Biblioteca Central, a la de Psicología y a otras. También me inscribí en el electivo de Literatura. Allí conocí a la escritora y poeta Graciela Briceño Ingunza, de Huánuco, que dictaba unas clases muy bonitas, nos contaba sobre su tierra y sobre cómo escribir. Ella me inspiró mucho, mientras compartía con gente de otras carreras”, subraya.

También recuerda con agrado las clases de sus profesores, que complementaban con su experiencia dentro del campo profesional, tanto si era psicología social como educativa, clínica o forense. 

“Te ayudaban a interiorizar el tema para exponerlo. Eran bien didácticos y contagiaban su entusiasmo. Me gustaba cuando nos contaban sus casos. Recuerdo mucho el curso de Psicología de la Anormalidad porque fuimos al Hospital Víctor Larco Herrera y vimos a los pacientes con esquizofrenia. Al principio fue impactante, pero después me interesó averiguar qué les pasaba y cómo había gente que vive en nuestro mundo, pero parece que no está ahí”, detalla.

Tesis
En el 2020 regresó a Huancavelica debido a la pandemia de la Covid-19, con el afán de cuidar la salud de sus padres, así que terminó sus clases de manera virtual. Aprovechó su retorno para preparar su tesis. Su objetivo era averiguar si la crianza familiar influía en la inteligencia emocional, así que lo tituló: “”Estilos de crianza e inteligencia emocional en estudiantes de primaria de una institución educativa pública de Tayacaja – Huancavelica”.

“Tenía que investigar los dos factores y relacionarlos. Para hacerlo me basé en el modelo de Steinberg de estilos de crianza y el de inteligencia emocional de Bar-On. La muestra fue de 140 estudiantes, 52% mujeres y 48% varones, de 4°, 5° y 6° de primaria, que se ubicaban entre los 9 y 12 años. El proceso de investigación fue de manera virtual, porque lo desarrollé mientras estábamos en pandemia. El resultado principal fue que no se encontró relación entre ambos factores. Entonces podemos inferir que el estilo de crianza no es determinante para el desarrollo adecuado de la inteligencia emocional y que pueden influir otros factores, como las condiciones culturales, económicas y el entorno social”, detalla nuestra egresada. 

Subraya la influencia de los pares más que de los padres, así como de la cultura, el analfabetismo, la pobreza y el enfoque de la población, más preocupada por los aspectos básicos de la supervivencia que por el estado emocional.

“Los profesores me felicitaron y me dijeron que la calificación era Sobresaliente por la población, que no creía mucho en la salud mental ni en la inteligencia emocional. Eran temas no conocidos que había que explicar a los padres para poder encuestar a sus hijos. Además, podía contrastar el resultado con otros autores, que decían que las personas de clases pudientes manifestaban niveles superiores de estados emocionales positivos, cuando yo encontré lo contrario. Mucha de la población tiene una buena inteligencia emocional, y es no pudiente”, detalla.

Hoy, Lea Marcia Yalupalin Mancco sigue ejerciendo su carrera. Apoya en la ONG CORAM Perú, cuya misión es trabajar con niños, niñas y adolescentes vulnerables para generar cambios. Dicta talleres psicológicos y charlas para mejorar la salud mental de la gente, que luego de la pandemia se ha dado cuenta de la importancia del tema. También está elaborando proyectos de reforzamiento escolar y apoya en otras organizaciones sociales, como voluntaria. 

Con respecto a otros estudiantes becarios, aconseja siempre tener presente sus raíces. “No debemos olvidar quiénes somos. Yo soy descendiente de la cultura andina y me siento orgullosa de serlo. Mi familia ha sido maltratada por el terrorismo, somos migrantes de Ayacucho y el lugar donde mis padres vivían ya no existe, pero hemos tratado de sobresalir. Además, tenemos que devolver lo que hemos aprendido a través del Estado. Si no fuera por el Programa Beca 18, no habría conocido la URP. Hay que esforzarnos y poner en obra lo que alguien más hizo por nosotros. Nuestros padres nos envían con mucha ilusión, ellos se esfuerzan todo lo que pueden, y estudiar con empeño y terminar como profesionales es la mejor forma de enorgullecerlos”, aconseja.

En cuanto a psicología y salud mental, señala que casi no hay información en quechua, así que lo considera como un espacio para apoyar en lo académico. Hoy trabaja en Tayacaja, con una amiga que fue becaria en otra universidad, y su objetivo es seguir expandiendo su labor hacia Ayacucho.

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